GRANDE MARLASKA

Sunday, August 27, 2006

GRANDE MARLASKA GAY

GRANDE MARLASKA, UN PERSONAJE DE MODA

Iñaki Anasagasti

El juez Fernando Grande-Marlaska está de moda. Su nombre no deja de aparecer en los medios de comunicación. Antes era Baltasar Garzón. Ahora le toca a él. Y a fe que se ha tomado su cometido muy en serio. El de divo, quiero decir, no el de juez. Porque ha adquirido tanto relieve público que, en protagonismo mediático, sólo le sobrepasan Boris Izaguirre, la mujer de Jesulín de Ubrique y el trío Otegui, Barrena y Permach, cuya presencia en Euskal Telebista es tan intensa que parecen los locutores de los informativos.
El juez Fernando Grande-Marlaska está de moda. Su nombre no deja de aparecer en los medios de comunicación. Antes era Baltasar Garzón. Ahora le toca a él. Y a fe que se ha tomado su cometido muy en serio. El de divo, quiero decir, no el de juez. Porque ha adquirido tanto relieve público que, en protagonismo mediático, sólo le sobrepasan Boris Izaguirre, la mujer de Jesulín de Ubrique y el trío Otegui, Barrena y Permach, cuya presencia en Euskal Telebista es tan intensa que parecen los locutores de los informativos. Mientras vivió en Euzkadi, Grande-Marlaska sólo era conocido por sus allegados y por el reducido círculo de las gentes próximas a la judicatura. Cuando accedió al estrellato, fuimos muchos los que nos sorprendimos cuando nos dijeron que era vasco. De Bilbao. E inmediatamente, cundió la curiosidad en torno al personaje. ¿Quién es?; ¿de qué entorno procede?; ¿cómo piensa?; ¿es, como parece, ideológicamente afín al PP? Hay quien, inducido por los elogios que le dedican en LA COPE, había llegado a asociarle bajo la máxima: “Marlaska es Grande, pero Oreja es Mayor”. Pronto empezaron a circular rumores, cuya veracidad nadie estaba en condiciones de comprobar. Se decía que era homosexual. Que tenía como compañero a un maisu de ikastola. Que políticamente era vasquista o filonacionalista (vasco, se entiende; los nacionalistas españoles dicen que no son nacionalistas)… UNA ENTREVISTA A GRANDE-MARLASKA El pasado fin de semana, tuvimos ocasión de disipar las dudas. El juez estrella concedía una entrevista a Rosa Montero. Una entrevista que ha sido publicada en el dominical de EL PAIS. En la parte introductoria, Rosa Montero adelanta que Grande Marlaska “huye de las entrevistas”. Bien. Ya lo suponíamos. Pero la pregunta surge de inmediato: ¿Cómo es, entonces, que le concede una entrevista a ella? ¿Por amistad? ¿Por dinero? ¿Por afinidad con EL PAIS? Es la misma Rosa Montero la que nos lo aclara: “Marlaska, hace una excepción [a su proverbial tendencia a huir de las entrevistas] para proclamar su apuesta por una España tolerante, moderna y en paz, donde poder decir libremente que es vasco y español, y que está casado con Gorka”. Es curioso. ¿Para eso le hacía falta una entrevista? Es más. ¿Sólo con una entrevista en el dominical de EL PAIS podía dar satisfacción a esa su imperiosa necesidad de apostar “por una España tolerante, moderna y en paz”, de proclamar “libremente que es vasco y español” y dar a conocer a todo el orbe que “está casado con Gorka”?. En la entrevista, Marlaska desgrana algunos de los principales retazos que marcan su biografía. Cuenta su trayectoria profesional y el modo en el que fue socializando su homosexualidad. Las dificultades que su madre tuvo para asumir su relación con Gorka, con quien lleva viviendo nueve años, y el posterior matrimonio. Se casaron el pasado mes de octubre. Todo muy respetable. LOS TIPOS DE LAS BANDERAS CON EL AGUILUCHO Marlaska no desvela sus inclinaciones y preferencias políticas, pero no resultan difíciles de identificar para un vasco mínimamente interesado en el asunto. El asegura que sintió impotencia cuando, el evacuar un trámite, escuchó, junto a la Audiencia, “a 10 o 20 personas, gritando cosas como <>”. Afirma, con contundencia, que aquello le dolió. Y no duda en expresar su rechazo contra ese mundo: “Yo no quiero ser la persona en la que se sientan respaldados esos tipos de las banderas con el aguilucho, eso yo no, no lo quiero nada en absoluto […] Esos gritos me herían. Que no identifiquen ni mi persona, ni mi trabajo, ni mis ideas, ni mi corazón con eso”. Es posible que a él no le guste, pero me temo que una gran parte de los que le jalean y vitorean cada vez que emite una resolución, son “esos tipos de las banderas con el aguilucho”. Por mucho que Marlaska se resista a ello, son muchos los que identifican su trabajo, sus ideas, y su corazón, con eso. Con los tipos de las banderas y el aguillucho. Quienes acuñaron la expresión Marlaska es Grande pero Oreja es Mayor, no abrigaban dudas al respecto. Le dolió, sostiene, porque “ya estamos en otra España, y además desde hace mucho tiempo”. Le dolió “como español”. No como un ser humano que apuesta por la dignidad y rechaza la brutalidad, sino “como español”. PORQUÉ ABANDONÓ EL PAIS VASCO Marlaska nos hace una descripción muy curiosa de las razones por las que él y Gorka huyeron de Euzkadi para irse a Madrid. He aquí su relato: “Nosotros somos vascos, pero en aquella sociedad todo gravita en exceso sobre el tema del nacionalismo. Las relaciones profesionales, las personales, el aire que respirábamos en la calle, todo estaba atrapado dentro del binomio nacionalismo sí, nacionalismo no, ETA sí, ETA no. Y al cumplir 40 años decidimos que queríamos vivir en una sociedad donde existieran otras perspectivas, en la que tu día a día no estuviera absolutamente acaparado por eso. Porque el fenómeno terrorista sigue siendo importante para nosotros, naturalmente, pero aquí podemos ocuparnos también de otras cosas, no tenemos toda nuestra vida secuestrada por eso. Y a lo mejor habrá gente que dirá: pero si es ahora, en la Audiencia Nacional, en donde está todo el día tratando esos temas…Pues sí, pero eso es sólo mi trabajo, pero no es mi vida. Y allí, en el País Vasco, era todo, era siempre” Desmenucemos las razones de Marlaska. Asegura el juez estrella que en la sociedad vasca “todo gravita en exceso sobre el tema del nacionalismo”. ¿Todo? Pues sí. Marlaska dice que “todo”, “siempre” y “en exceso”. Por ello −asegura− él y su compañero decidieron trasladarse a Madrid, para “vivir en una sociedad donde existieran otras perspectivas, en la que tu día a día no estuviera absolutamente acaparado por eso”. Increíble, pero cierto. En Euzkadi hay mucha vida fuera de la política. Muchísima. Hay cine, literatura, teatro, música, deporte, gastronomía, misses, moda y hasta botellón. En Euzkadi hay comercios, empresas competitivas y hasta multinacionales. Hay trabajo y ocio para propios y extraños. Hay de todo. Pero Marlaska sólo veía un agobiante nacionalismo. Increíble, pero cierto. En Euzkadi hay mucha gente que no siente atractivo alguno por la política. Gente que colma su mente y su vida con otras ocupaciones. Gente que no presta a la política la más mínima atención. Pero durante los 40 que vivió en Euzkadi, Marlaska no debió conocer a ninguno de ellos, porque a su juicio, todo, “las relaciones profesionales, las personales, el aire que respirábamos en la calle, todo estaba atrapado dentro del binomio nacionalismo sí, nacionalismo no, ETA sí, ETA no”. Increíble, pero cierto. Pero aún hay más. Si Marlaska se hubiese marchado del País Vasco para instalarse en Miami, las razones que aduce para justificar su traslado podrían tener algún sentido. Pero Madrid es la meca del nacionalismo español. Madrid rezuma por todos sus poros rancia burocracia españolista. A cada paso te encuentras con un ex ministro o con un alto funcionario que llevan el Estado en la cabeza y en la conversación. Madrid es, con diferencia, la ciudad más politizada del Estado. En su seno, todo gira alrededor del poder, el protocolo y las influencias. El hecho madrileño prácticamente se agota en la capitalidad. Hasta el extremo de que, si la capitalidad de España se trasladase a Valladolid, en Madrid no quedaría más que el vestigio histórico y artístico de la época en la que fue capital. Pero Marlaska, que se pasa todo el día en la Audiencia Nacional resolviendo asuntos sobre ETA y Batasuna, ve en Madrid una ciudad ajena a la política; una ciudad llena de perspectivas. No ve la capital del Estado. No ve un paisaje repleto de ministerios, embajadas y banderas. No ve unas calles rebosantes de empleados públicos y funcionarios cesantes. No. Ve un horizonte florido y soleado. En Madrid, todo es nacional. Los museos son nacionales. Los organismos públicos dependientes de los ministerios −desde el Instituto Nacional de Meteorología hasta el de Administración Pública−, son, también, nacionales. Hasta la Audiencia en la que trabaja Marlaska se hace llamar Nacional. Pero Marlaska no ve en ello agobiante nacionalismo, sino oxigenante aire fresco. Increíble pero cierto. LOS TOPICOS HABITUALES A partir de ahí, la entrevista se desliza por los tópicos habituales sobre la maldad esencial del nacionalismo vasco, su intrínseca intolerancia y sus inclinaciones excluyentes. Burdo tópico manido. Marlaska es euskaldún pasivo. Eso dice al menos. Asegura entender la lengua vasca, aunque no pueda hablarla con fluidez. ¿Habría admitido que los ciudadanos que llamó a declarar prestaran su testimonio en euskera? ¿Habría recogido ese testimonio sin intérprete ni traductor? Su marido, Gorka, sin embargo, es “euskaldun pleno”. ¡Agárrense a esa! “Euskaldún pleno”. No hay como un vasco español reivindicando su vasquidad para encontrarse con afirmaciones rotundas y grandilocuentes. José Antonio Zarzalejos afirmaba en una entrevista hace algún tiempo que él era “vasco completo”. ¡Terrible! “Vasco completo”. En la misma línea Marlaska dice de su marido Gorka que es “euskaldún pleno”. Conozco a muchos vascoparlantes que jamás se hubiesen atrevido a decir de sí mismos que son euskaldunes “plenos”. Reivindicar la plenitud en algo, resulta siempre sospechoso en el ser humano, que es esencialmente limitado. Pero Marlaska, el juez estrella, lo hace sin rubor en relación con la euskaldunidad de su marido Gorka. Y lo hace, porque está representando el papel −el tópico y tedioso papel− del vasco de identidad política española que tiene que demostrar que es tan vasco como aquellos que pretendidamente le excluyen. Y predica de sí algo que ni los presuntos excluyentes osarían predicar de sí mismos. Una vez metidos en el lodazal antinacionalista, Rosa Montero aprovecha la confesión de Marlaska para ahondar en el terreno de la corrección política. Le interroga sobre los nacionalistas (vascos, por supuesto, los españoles no existen) que han secuestrado la cultura y la lengua vasca, como si sólo fuera de ellos. Y Marlaska, se revela como un paladín de la corrección política. Su respuesta es de manual. De los manuales de combate fabricados en la Moncloa durante el mandato de Aznar para zaherir al herético nacionalismo vasco. Sólo le falta lo del árbol y las nueces, que tanto dinero les ha dado a los autores del libro. He aquí sus palabras: “Gorka siempre dice que le da rabia que el hecho de hablar euskera le identifique dentro de determinados términos políticos. Y sí, habría que rescatar eso para todos. La cultura vasca y el euskera son de todos los vascos. No pueden convertirse en elemento de exclusión y de tribu, que es lo que se ha hecho” Marlaska es una delicia. Su discurso es de una corrección política sin par. No se aparta un ápice del guión. Dice, exactamente, lo que en Madrid quieren que diga un vasco. Es más. Dice lo que en Madrid han establecido que debe decir un vasco políticamente correcto: Que es muy vasco −que es tan vasco como el que más− pero al mismo tiempo muy español. Y si además es “euskaldún pleno”, mucho mejor. Un “euskaldún pleno” que se siente español es el más rotundo mentís al sectarismo excluyente del nacionalismo vasco. Y por si todo lo anterior no fuera suficiente, Marlaska nos habla de la “tribu”. ¡Qué original! ¡Qué creativo! ¡Qué novedoso! Lo de la “tribu” le asocia a lo más excelso del pesebrismo vasco español: Javier Zarzalejos, Jon Juaristi… Pero Marlaska tienen también una receta para el futuro del País Vasco. “no consiste sólo en terminar con la violencia, con la coacción, con la extorsión, sino que es necesario enseñar a las nuevas generaciones que todos los vascos somos iguales. Hay que construir una verdadera identidad común, con las diferencias ideológicas que quieras, pero una identidad basada en la no exclusión. Y eso llevará tiempo”. No sé si será posible construir en Euzkadi “una verdadera identidad común” basada en la “no exclusión”. Pero si ese es el propósito de Marlaska, ya tiene trabajo en ese Madrid cuyo aire fresco le permite oxigenar las neuronas. Mientras la verdad constitucionalmente santificada diga que aquí la única nación es España, seguirá existiendo una fuente de exclusión de vascos. La que excluye a los que sentimos que nuestra nación no es España, sino Euzkadi. AQUELLOS 26 BATALLONES DEL EAJ-PNV Hace setenta años nos atacaron y, en respuesta, nos defendimos. Nació la figura del Gudari que fue a la guerra bajo los sones del “Euzko Gudariak Gera” que no es una composición compuesta por Jone Goiricelaya sino por Jose Mari Garate, presidente del BBB del PNV. Doy el dato porque últimamente parece otra cosa. Jose Mari Barrenetxea y mi aita, que eran activistas de Juventud Vasca de Bilbao anduvieron aquellos primeros días de la sublevación militar en la organización de algo que tuvo mucho impacto. El día 4 de agosto de 1936, por la mañana, se celebró en el monte Artxanda una concentración y un desfile de mendigoxales, actos organizados por el PNV, que resultaron impresionantes. Acudieron a presenciarlos el gobernador civil, el coronel de la plaza Piñerua, el comandante de las fuerzas de Asalto Aizpuru, el capitán de Estado Mayor Lafuente, los miembros del BBB del Partido Nacionalista Vasco, los directivos de ANV y los diputados Aguirre y Torre. En el curso de unas horas solamente, y en cumplimiento de unas órdenes dadas con toda rapidez, varios miles de nacionalistas vascos, animosos y dispuestos a servir a Euzkadi con las armas en la mano, se reunieron en la cumbre de Artxanda, procedentes de todos los pueblos de Bizkaia. Desfilaron en columnas de 500 hombres, partiendo de la cumbre de Artxanda para desembocar en el campo de deportes de dicho monte, que se cubrió de juventud, presta al sacrificio por Euzkadi. Querían demostrar que el PNV estaba en capacidad de organizar batallones para la guerra. Después de una breve arenga que les fue dirigida, todos los revistados entonaron, con emoción, el Himno Nacional Vasco... y Artxanda se conmovió en sus entrañas como si presintiese el día en que habría de empaparse en la sangre de aquella juventud ilusionada... Al frente de la manifestación iban dos abertzales que más tarde habían de ser fusilados, sellando así con su sangre el juramento que hicieron a su patria en aquella memorable mañana: Ramón de Azkue (miembro del BBB, organizador de la concentración), y Esteban de Urkiaga (Lauaxeta). En las circunstancias en que se organizó el desfile, el PNV no aspiró sino a movilizar una parte solamente de sus afiliados, que más tarde llegaron a constituir 26 batallones organizados en pie de guerra. Eso fue el inicio de la acción bélica sin tener todavía el Gobierno Vasco en activo. Nueve meses después parte de aquella juventud se batió en Artxanda y murió allí. Este domingo se va a inaugurar un monumento promovido por la Asociación “Aterpe” cuya alma es Jose Moreno que lleva en esta demanda muchos años, con más moral que el alcoyano. A la salida del Funicular, el próximo 18, a partir de las doce se inaugurará un monumento que es una gran Huella. No está mal y es original pero a mi no termina de gustarme. Prefiero cierto realismo soviético, no su ideología, para este tipo de recuerdos sobre todo porque dicen que “han pasado ya setenta años desde aquel desastre y es hora de mirar al futuro sin odios ni pretensiones vengativas.” “Pero también debemos reconocer a quienes mantuvieron viva durante la guerra y el franquismo la llama de la libertad y contribuyeron decisivamente a la restauración democrática. Es mucho lo que la democracia les debe”. Así como la escultura que inauguró Madrazo en el Parque Doña Casilda obra de Basterretxea la critiqué porque aquello me sigue pareciendo una tomadura de pelo y un monumento a la Paella, no a la resistencia y porque cosas así no se pueden hacer encargando trabajos subjetivos y personales a Nestor Basterretxea que tiene obras valiosas pero el monumento citado es la clásica estela de almacén que han colocado y ya está. En este proyecto de la Huella ha trabajado mucha gente durante mucho tiempo logrando reunir a miembros de los diferentes partidos políticos, sindicatos, gudaris, milicianos combatientes, guerrilleros, exiliados, familiares de víctimas, represaliados, niños de la guerra y gentes de todas las ideologías y es a ellos a quienes se debe el mérito de este recuerdo que llega con treinta años de retraso y los cementerios llenos y como consecuencia del buen trabajo de Aterpe, no de quienes deberían haber sido quienes hace muchísimo tiempo y con un gran presupuesto deberían haber echado la casa por la ventana. Esta Huella no está mal pero, sinceramente, no me dice absolutamente nada, sobre todo cuando uno se entera que le fue ofrecido a Muskiz para el Hogar dedicado a D. Marcelo Gangoiti. Mi aita fue gudari. Comisario del Batallón Larrazabal en representación del PNV. Me da pena que tanta sangre y tanto sacrificio se quede solo en este extraño monumento que si no hubiera sido por Aterpe no se habría erigido.

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